El doble poder de la música: efectos curativos y nocivos

mujer tocando un cuenco tibetano

En el imaginario colectivo, la música suele asociarse con lo positivo: armonía, belleza, bienestar. Se piensa en ella como un lenguaje universal capaz de sanar y conectar. Sin embargo, la realidad es más compleja. La música tiene un poder profundo sobre nuestras emociones y recuerdos, y precisamente por eso, también puede llegar a causar daño.

La idea de que “toda música es buena” es una romantización que conviene cuestionar. A lo largo de la historia, la música ha sido utilizada tanto para unir como para manipular: desde himnos empleados por regímenes totalitarios, hasta campañas políticas que apelan a las emociones colectivas para influir en el comportamiento social.
Comprender este doble filo del sonido es esencial, especialmente cuando se trabaja en contextos terapéuticos.

La importancia de conocer la historia sonora de cada persona

En musicoterapia, se realiza siempre una historia musical y clínica antes de comenzar el trabajo con una persona o grupo. Esto permite identificar posibles asociaciones, recuerdos o traumas que ciertos sonidos pueden despertar.
Ignorar este paso puede tener consecuencias profundas, como demuestra la siguiente experiencia real.

Una experiencia que invita a reflexionar

Durante su primera etapa profesional, un musicoterapeuta recién graduado conoció a una persona que ofrecía “sesiones sonoras” con cuencos tibetanos. Ella no tenía formación terapéutica formal, pero aseguraba que sus sesiones promovían el bienestar.

En una conversación, esta mujer relató con naturalidad que una de sus pacientes había reaccionado gritando al escuchar los cuencos. Lo que no sabía era que la paciente había vivido el hundimiento de un barco: un evento traumático acompañado de sonidos acuáticos muy similares a los que produce un cuenco tibetano con agua.

En ese momento, el sonido no generó relajación ni calma, sino una retraumatización.
La situación evidencia la importancia de trabajar con conocimiento y sensibilidad, entendiendo que la música puede activar memorias y sensaciones muy profundas, especialmente en personas con antecedentes traumáticos.

El poder —y el riesgo— del sonido

El caso anterior no es aislado. En un congreso europeo de terapia, una terapeuta israelí compartió una historia similar: durante unas inundaciones en Texas, una persona no formada en musicoterapia utilizó un instrumento con sonidos similares a explosiones para “sanar” a sobrevivientes. Para el grupo, aquel sonido revivió el terror del desastre.

Este tipo de episodios recuerdan que el sonido tiene memoria. Y cuando se manipula sin comprensión del contexto emocional o clínico, puede reabrir heridas en lugar de cerrarlas.

Entre la evidencia y las pseudoterapias sonoras

En la actualidad, proliferan gurús del sonido y “curadores vibracionales” que prometen sanar con ondas alfa, beta o gamma, sin saber realmente qué significan.
Muchos de ellos rechazan la medicina y la psicoterapia, pero ofrecen terapias milagrosas a través de videos o grabaciones sintetizadas.

La música no es una pastilla ni una fórmula mágica.
El proceso terapéutico —cuando es real— implica tiempo, acompañamiento y, a menudo, momentos difíciles. Es un camino de autoconocimiento y transformación que requiere formación profesional, ética y cuidado.

La música no es inocua

Trabajar con música sin preparación puede compararse con recetar medicinas sin ser médico.
Así como nadie confiaría su salud física a alguien sin formación, tampoco deberíamos confiar nuestra salud emocional o psicológica a quien desconoce los fundamentos terapéuticos de la música.

La musicoterapia no consiste en reproducir sonidos “bonitos”, sino en comprender su impacto dentro de un proceso clínico, emocional y humano.

Reflexión final

La música tiene el poder de sanar, pero también el de herir. Reconocer este doble potencial no le resta belleza, sino profundidad.
El verdadero trabajo del musicoterapeuta es cuidar a través del sonido, acompañando procesos con sensibilidad, conocimiento y respeto por la historia sonora de cada persona.

Y tú, ¿alguna vez has sentido que un sonido o una música despertó en ti una emoción inesperada o incluso desagradable?
Te leemos en los comentarios.

Aníbal Pérez

Aníbal Pérez es magíster en musicoterapia de la Escuela Superior de Hamburgo (HfMT). En la actualidad trabaja como musicoterapeuta y podcaster en Alemania.

https://www.podcastmusicoterapia.com
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